jueves, 31 de octubre de 2013

El viaje en globo de Totó - Parte I

Candombito - PLAY

Todas las noches, antes de irse a dormir, Tomás soñaba con un globo gigante y colorido con el que viajaría por todo el mundo. Imaginaba cada detalle: el canasto que lo transportaría, la tela con que fabricaría el globo, el equipaje que iba a necesitar, los amigos que llevaría... todo. Se dormía con una sonrisa pensando que ese día llegaría.

Así de a poquito fue juntando retacitos de telas, hilos coloridos con los que las cosió, y una colección de cosas que pensó que podrían serle útiles. Algunas las consiguió en su propia casa, otras las fabricó con sus manos. Tenía una brújula que le indicaría dónde quedaba el Norte, un mapamundi, una linterna, una cantimplora, un teléfono, una cámara de fotos, una campera abrigada y una bufanda, un pilotito amarillo por si llovía, un reproductor de música con sus canciones favoritas, algunos libros de cuentos, su largavistas, sus instrumentos, lápiz, papel, buñuelos de la abuela Nora, ensaladas de la abuela Susa, galletitas de mamá, caramelos... también un frasco con comida y un hueso de juguete para Rolfi, su perro, al que pensaba invitar al viaje... ¡En su valijita entraba todo!

Una mañana, mientras su mamá tomaba mate antes de ir al trabajo, se lo comunicó: "Mami, me voy de viaje en globo". La mamá primero se rió, pero enseguida vio que Tomás hablaba muy en serio. "Sí, mami, nací en el mundo, y lo quiero conocer", le dijo, muy resuelto.

La mamá disimuló un sollozo con una chupada de mate y le dijo: "Bueno, después lo vemos con papi".

Al otro día, cuando la mamá y el papá se levantaron, se encontraron con un gran revuelo en la terraza. Totó ya había dispuesto todo para arrancar. Ah sí, era un nene muy decidido. No podían creerlo: sin saber cómo ni cuándo su hijito había fabricado un gran globo donde cabían él, Rolfi y todo el equipaje. No tenían más opción que aceptar la decisión del pequeño y dejarlo ir a recorrer el mundo por su cuenta. Quién sabía cuántas aventuras le esperaban.

Totó, recién bañado, los miraba a través de sus anteojos de sol. "Papis, no me extrañen porque por más lejos que esté, voy a pensar en ustedes, y cuando menos se lo esperen voy a volver", les dijo.

Entonces se subió al canasto y de un silbido llamó a Rolfi, que se sumó moviendo la cola de contento. Totó agarró la lista y vio que tenía todo lo que necesitaba para su soñado viaje, peeero... sorprendido algunas cosas nuevas, como sus cosquillitas en la panza, un poco de miedo a lo nuevo, otro poco de tristeza...  "¿Qué hago con todo esto?", pensó. "En la valija ya no entra nada". Rolfi lo miraba. Mamá y papá estaban abrazándose. "Y bueno, lo tendré que llevar conmigo, en los bolsillos", decidió. Pero también los tenía llenos. Entonces se dio cuenta de que todas esas cosas que sentía en realidad no ocupaban espacio más que en su corazón:  "Son parte del equipaje del viajero!", exclamó, y las dejó ahí, donde iban a parar todas las cosas lindas  y feas que sentía.

Después de darle muchos besos a sus papás, y de prometerles que les mandaría mensajitos y los llamaría seguido, y de darle un abrazo a su gata Kathy agarró su silbato y "Piiiiii", dio la señal para que le soltaran el globo. Totó y Rolfi habían empezado su viaje.

"¡Estamos volando, amiguito!", le dijo, mientras veía cómo la terraza de su casa, que siempre le había parecido tan pero tan grande se hacía cada vez más chiquitiiita.

Desde el aire vio a sus vecinos jugando al metegol, a la panadera tomando mate en la vereda, al vendedor de diarios que lo saludaba, la escuela, la plaza con su calesita.. todo se iba empequeñecendo a medida que subían. De repente, cuando se quiso dar cuenta, mamá, papá, Kathy y su casa no eran más que un puntito perdido en la inmensidad.

Al cosquilleo en la panza le siguió una sensación rara y nueva, era como si alguien le presionara en el centro del pecho. Pero ¿Cómo podían mezclarse un sentimiento tan lindo con uno tan molesto?, se preguntó. Enseguida recordó una frase de su mamá, que contaba que cada vez que iba a hacer algo nuevo y que deseaba mucho, además de alegría sentía un poco de miedo. "¡Ah! ¡Así es el miedo!", pensó entonces Totó. Y le empezó a hablar, como si El MIEDO fuera alguien. "Mirá", le dijo, "Yo estoy volando muy alto, muy alto, y lejos de mis papás, y mi única compañía es Rolfi, que no sabe castellano... Así que ni se te ocurra venir a convencerme de que no soy valiente. Yo soy muy pero muy valiente!". Rolfi -que al parecer algo de castellano entendía- asentía con sus ojitos.

El valiente Totó y su perro siguieron su camino en globo, sin más rumbo que el que marcaba el viento. Así fue como sobrevolaron los edificios altos del centro de Buenos Aires, vieron el Río de la Plata, tan ancho y lleno de veleros; vieron la costa uruguaya de la que tanto le habían hablado sus papis; vieron el río mezclándose con el mar; vieron las Cataratas del Iguazí, vieron una hilera de montañas nevadas; los bosques, los campos graaandes y verdes llenos de vaquitas; vieron las rutas serpenteando entre el paisaje... 

A medida que avanzaba el día, Totó y Rolfi iban descubriendo que el mundo era mucho más grande de lo que esperaban. Después de almorzar unos sandwichitos  agarraron los largavistas y siguieron mirando para abajo. Desde el Cerro de los Siete Colores unas nenas coyas los saludaban con las manitos; siguieron camino y vieron un cerro muy alto y majestuoso, con caminos llenos de turistas que también los saludaban. "¡Debe ser el Machu Pichu!", exclamó Totó. Después vieron una selva gigante, cruzada por un río también gigante "¡Mirá Rolfi! Ese debe ser el Amazonas", le dijo a su perro. No podían creerlo. Llevaban horas viajando y el mundo parecía recién empezar.

¿Y arriba en el cielo qué había? El sol, brillando cada vez con más fuerza y brillo; nubes de todos los tamaños y formas; pájaros chiquitos y grandotes; aviones a lo alto.. y el viento, que era invisible pero siempre estaba, a veces suave, a veces fuerte.

Ese mismo viento de repente los llevó hacia la playa. Ahora, por debajo del globo Totó y Rolfi veían un montón de gente en shorts y bikinis. "Faaachule", dijo Tomás, "¿Y si nos damos un chapuzón en el mar?" Rolfi movió la cola. Sí que entendía castellano.

Empezaron el descenso en globo despacito. La gente desde abajo los miraba. Cuando poro fin el canasto tocó el suelo, los aplaudieron. Totó y Rolfi no entendían por qué tanto alboroto, pero se pusieron contentos con la bienvenida. Muy rápidamente se pusieron las ojotas y cruzaron la playa en dirección al mar.

- ¡Plaf! Se dio un chapuzón Rolfi.
- ¡Plof! Lo siguió Totó.

Chapotearon felices un largo rato, hasta que vieron que el sol se empezaba a ir a dormir, como le decía siempre su mamá, y en su lugar salía la luna.

-¡Rolfi, nos tenemos que ir!- Dijo Totó.

Se secaron con una toalla, se subieron al canasto y retomaron el vuelo, ahora rodeados de estrellas y una luna gorda, amarilla y redonda.

-¡Qué lindo día pasamos! ¿No. Rolfito? - Dijo Totó sonriendo, mientras se le cerraban los ojitos de sueño. - Mañana será otro día, y tenemos mucho por recorrer.

6 comentarios:

  1. una dulzura Ceci, y pienso en que nuestros niños un día se van a ir de viaje en globo, con sus aventuras, sus miedos, sus ganas de recorrer, en fin, van a crecer, es parte de la vida...y no vamos a poder decirles que no, sólo podremos acompañar.
    la música es hermosa.
    besos y buenas noches!!!

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  2. QUé linda Rox! Gracias por leer y compartir! Y sí, ya me preparo para ese día.
    Beso y abrazo
    c.

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  3. Que bueno es compartir i este mindo bloc nos da la oportunidad.Felicidades por tu bloc ha sido todo un regalo el visitarlo, espero que visites el mio y si te gusta espero que te hagas seguidora.
    Elracodeldetall.blogspot.com

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  4. Gracias Julia, Ahora chusmeo tu blog.
    Y Pablo,,, hmm... lo leíste? A ver, haceme un breve resumen y yo te cuento cómo sigue.

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  5. aia! esto es nuevo! o estoy re colgada? volveré con tiempo a leerte mi talentosa amiga!

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